miércoles, 19 de octubre de 2016

El salto a la realidad de Los nombres del fuego - Belén Albiol

Como vimos hace un par de semanas, Harry Potter y Juego de Tronos pueden considerarse relatos transmediáticos (también otros puntos de vista aquí y aquí). En esta entrada, veremos otro caso práctico de un libro que da el salto a la transmedialidad, aunque podríamos decir que el salto lo da más bien hacia el mundo real. Se trata de la novela Los nombres del fuego, en la que los protagonistas parecían no estar del todo cómodos entre las páginas, y han decidido darse un paseo por nuestro mundo.


Tal y como cuenta Fernando J. López, novelista y dramaturgo, autor de Los nombres del fuego, en un post en Toyoutome, “la idea de convertir Los nombres del fuego en una novela transmedia no surgió de forma premeditada, sino natural, como resultado de la propia historia”. Si estuviste atent@ la semana pasada, sabrás que esto contradice uno de los principios de la narrativa transmedia propuestos por Jeff Gómez, que aconseja que la transmedialidad sea planeada desde el principio. Jill Golick apoyaba este principio, aunque otros como Carlos A. Scolari no lo consideraban indispensable.


En la novela, los personajes se ubican en distintos espacios y tiempos. Abril, una de las protagonistas, vive la España del siglo XXI mientras que la otra, Xalaquia, en el imperio azteca del siglo XVI. Cuenta el autor que sus editores le mostraron la fuerza que tenían los personajes de las dos chicas, llegando a la conclusión de que “merecían el esfuerzo de ser transformadas en un universo transmedia, un lugar cambiante y en continuo crecimiento donde pudiesen seguir desarrollándose sus aventuras, tal y como sucede en la propia novela”.


Entre las páginas de Los nombres del fuego, las historias de Abril y Xalaquia abren una variedad de universos que combinan aspectos que van del realismo social (el bullying, el sexismo, la homofobia o incluso el suicidio) a la interculturalidad, mezclándose con la fantasía, la mitología y la magia. En nuestra realidad, el universo -virtual- de Los nombres del fuego se sostiene sobre la idea de “la creación compartida entre los personajes y sus lectores”. Pero, ¿cuáles son los contenidos de Los nombres del fuego encontraremos en nuestra dimensión? En la web de la novela en Loqueleo, encontraremos contenidos cuyos autores son los protagonistas de la novela.

Nico es un adolescente que tiene el cutresuperpoder de viajar al futuro. En la web nos cuenta que quiere ser periodista “o algo parecido”. Dice estar “harto de contemplar la realidad sin hacer nada para cambiarla”, y es por eso por lo que tiene el blog de Nico, para intentar cambiar el mundo a través de las palabras. En el blog comenta noticias en las que los protagonistas son siempre gente de su edad. Los temas giran en torno a la violencia, la discriminación, la libertad y la igualdad, “pero de la real, de la que todavía nos queda mucho, pero muchísimo para llegar”.


Marina tiene diecisiete años y se muere por cumplir los dieciocho. Siempre lleva consigo su cuaderno, en el que dibuja su manera de ver la realidad. Está cansada de la rutina y de “los mismos de siempre”, por eso dibuja, porque le “gusta más la vida a lápiz que en tres dimensiones”. Además, tiene el cutresuperpoder de cambiar el pasado dibujando sus recuerdos. Ella también aporta contenido en la web, en su sección los dibujos de Marina. En ella, hace lo que más le gusta: retratar la realidad cotidiana con sus ilustraciones.


A Abril no le gusta ni su nombre, ni que le pregunten por él, ni qué le parece, ni que intenten ligar con ella “diciendo algo ingenioso sobre su nombre”. Odia que no sepan decirle nada que le importe, y que su cutresuperpoder -viajar en el presente sin que nadie lo perciba- le falle tanto últimamente. Abril nos cuenta su vida a través de fotografías que sube a su cuenta de Instagram.


Xalaquia significa «la que viste de arena». El nombre se lo dió el Tonalpohualli, cuando sus padres lo consultaron. Dice que no entiende qué relación hay entre su nombre y la arena que señala el calendario sagrado, a pesar de que se diga que el Libro de los Destinos nunca se equivoca con sus palabras. Ella misma dice que su mundo “está hecho de magia, de voces que nacen de la Naturaleza” y de secretos que jamás ha compartido con nadie. La protagonista azteca reniega de aquello que se espera de ella por ser mujer, y del destino que dictan los demás, consciente de que no es una renuncia fácil. Aún así, dice que encontrará el modo de hacerse oír y ser quien ella desee. Su colaboración es el mundo mágico de Xalaquia, donde comparte leyendas y mitos del mundo azteca.


Pero el universo transmedia de Los nombres del fuego va más allá de las aportaciones de sus protagonistas. También podemos escuchar la música que suena en el libro y que, cuenta el autor, lo inspiró, a través de la playlist La música del fuego en Spotify. Por otra parte, podemos conocer las películas favoritas de los personajes en El cine del fuego, y dirigirnos de forma directa al autor a través de los perfiles de la novela en Facebook, Instagram y Twitter. La parte más interactiva es que cada lector puede enviar, si lo desea, material para publicar y compartir a través de ese universo virtual.


Lo que se pretende es que los personajes crezcan con sus lectores. El cuaderno de Marina está orientado a convertirse en “un gigantesco collage lleno de ilustraciones de los lectores”, o que el blog de Nico “ceda la palabra a quienes deseen opinar sobre cualquier tema que les preocupe”. Cuenta el autor que no solo se trata de continuar la lectura, sino de dar lugar a una comunidad de lectores que doten de vida y dinamismo a los personajes y la novela.


Así pues, Los nombres del fuego es una novela que ahora se ha instalado en la narrativa transmedia, llevando como máxima la interacción de los lectores con la obra. Vemos gracias a este ejemplo como la transmedialidad tiene formas más clásicas, como sería una obra que salta del libro a la gran pantalla y quizás a una plataforma web con juegos, y otras como esta, que llevan a personajes y lectores a un mismo plano, hasta llegar a confundirse. Si os gusta como se ha desarrollado la obra y su transmedialidad, quizá debáis echar un vistazo a otros trabajos de su autor, Fernando J. López, o del coordinador transmedia, David García.

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